jueves, 20 de junio de 2019

Los pies dentro del agua


En el constante encuentro con la vida y el presente que convoca presencias (redundante), de uno mismo y la conciencia de ser, observar el entorno y entablar diálogo con los elementos que nos rodean a veces parece un oficio más cercano a la locura que un ejercicio necesario de reflexión.

En este momento, lo que tengo al frente es una línea caprichosa que rompe con el profundo azul del cielo de invierno y sin la pretensión de creerse única, separa el vacío por donde pasa el viento y la solidez donde descansa la tierra. Veo montañas, piedra y tiempo. Siento la conexión de mis átomos con los de ellas, de mi tiempo y de mi transcurrir. Me siento parte de este entorno, una parte bien pequeña, que piensa mucho en la existencia, mientras que todo lo que me rodea, simplemente está. Me detengo, casi obligada, por esta  realidad inevitable y lo único que consigo hacer es temblar y despojarme de palabras. ¿Qué es lo que provoca este silencio? Es justo eso, la respuesta quizás incompleta a la búsqueda de mi paso por este presente. El silencio diciente que somete a mirar lo que es y no tratar de disfrazar y convertir en lo que quiero que sea, a encontrar el ritmo y fluir con el resto sin que eso defina mi propio orden.

Hoy no voy a escuchar las palabras que intentan gobernar mi paso por la vida, ni las llenas de amor incondicional ni las castrantes que alteran la verdadera esencia, hoy quiero dibujar las líneas entre este momento y lo que siempre está, quiero limpiar de prejuicios este instante. No me creo ni los discursos de amarse a uno mismo sin que nada más importe ni las poses mágicas que nos acercan al cielo. Ahora mismo, solo quiero ser. (Como esa montaña que es antes que nosotros y seguirá siendo después de nosotros, sin teorías ni modas, sin engaños ni penitencias.)

Mis pies están dentro del agua, en una piscina en medio de este verde, rodeada de montañas. Mis pies imperfectos y arrugados, sumergidos en el agua transparente que refleja la luz del sol. Y la montaña ahí, y mis pies aquí y yo tratando de entender por qué nos afanamos tanto en nuestro recorrido y tantas veces nos distraemos con detalles inútiles y perdemos momentos creando problemas en vez de vivir. Nuestro caminar por esta vida muchas veces lo definen otros y nos condenan a creer lo que dicen, a hacer lo que esperan y a pensar en desenlaces que nada tienen que ver con lo que anhelamos. Este instante al comparar la dimensión física de mi cuerpo con lo que me rodea y sentir y saber que soy como la roca que se desliza de la cima o el arbusto que crece a merced del clima, encuentro, sin adjetivos innecesarios, que el presente es lo que es y que la construcción del mismo tiene que ver con mi historia y la relación de mi existencia con el entorno. La diferencia está en la importancia que le damos a este caminar en este momento. La plenitud y conciencia de estar y ser en nuestro presente, probablemente está en borrar el anzuelo de lo que el resto quiere de uno.

El viaje es opcional, los encuentros son azarosos, las satisfacciones las podemos trabajar, el amor lo vamos construyendo como mejor podemos, el placer no debería ser condenable, y la trascendencia es discutible. La muerte es la certeza. Por eso hoy, en este presente convidado, te invito a no decir nada y solamente ser.

Coroico 2019

5 comentarios:

  1. Hermoso estilo, femenino, místico y con los pies en la tierra o mejor, sobre las piedrecillas que desborda el agua marina.

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  3. Ayer lo leí, hoy lo vuelvo a leer, y te repito gracias por compartir, me encanta, profundo en ilustrar las polaridades que en mi gobiernan. Hoy me encuentro con cosas que ayer perdí, y pierdo cosas que con las que ayer me encontré. Supongo que es parte de mi caminar en este preciso momento. Ahora, me borro (pronunciado borou)..

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    1. gracias C. bowrarse y estar en paz con eso y los posibles encuentros con uno mismo y el entorno es avanzar, o al menos eso creo. no esconderse debajo de ninguna teoría ni pretender lo que uno no es. un abrazo

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