domingo, 21 de julio de 2019

Y seguir viviendo


Amaneció muy frío, la temperatura marcaba en negativo. Las montañas de alrededor estaban blancas por la nieve que hace dos días caía y los pinos cercanos estaban inmóviles porque el viento había cesado. Esa misma mañana, un par de horas después, estaba este señor de pantalón oscuro, boina que hacía juego y chaleco marrón claro caminando sobre el campo de golf. Cargaba un palo, su carrito lo esperaba a unos metros, se puso frente a la bola y comenzó a hacer algunos movimientos seguramente para calentar y para medir la distancia o la fuerza que necesitaba (no se mucho de golf). Luego, después de una imperceptible pausa, disparó la bola y su cuerpo giró con un ‘swing’ perfecto dibujando con su presencia una línea armónica y al mismo tiempo rebelde.  Siguió caminando hasta el siguiente hoyo con la serenidad que sólo un señor de noventa y seis años y mucho juego posee.

Lo conocí hace poco y desde el primer día siento un apego inexplicable. Cuando lo veo caminar, en mi mente suena Fina Estampa de Caetano Veloso, me hace sonreír mirarlo y escucharlo hablar sobre cualquier tema con tanta elocuencia que me provoca a no dejar de conversar. Él sabe escuchar y no tiene prisa por terminar los temas. ¿Serán los años recorridos los que le dan esta combinación de alegría y serenidad? Yo creo que es la relación de su ser con el entorno, con lo que ahora le toca vivir, con esa sabiduría de tomarse cada día como viene y en vez de quejarse, simplemente vivir de la mejor manera, sin tanta teoría. Por lo que me contaron, es una persona muy activa, llena de oficios y con un romance interminable con el deporte que es el que le genera el equilibrio de hacer y ser libre como el aire que le rodea cada vez que pisa firme el campo de golf que tanto ama. Creo que tengo curiosidad por descubrir la maestría de su caminar ligero.

No hay una fórmula para vivir bien, ni un pronóstico de tiempo infalible, vamos avanzando cada día construyendo nuestra realidad motivados por la razón o por el azar muchas veces.  Nos rodeamos de personas y coleccionamos momentos, pero no siempre estamos conformes con los instantes, debe ser porque no decidimos pensando auténticamente en nosotros mismos, en nuestra vida.  Estamos en medio de un presente lleno de propuestas que prometen alimentar nuestro espíritu, que nos dicen cuál es la mejor ruta para llegar a la felicidad, nos dicen tantas cosas que vamos consumiendo individualidad en un mundo de individuos. Al final, o mientras tanto, no nos damos cuenta que sumamos títulos de libros para ser diferentes pero no le damos atención al ser que nos habita. Dejamos de lado el amor, le restamos importancia, lo encasillamos en el amor de pareja y pensamos que la magia no sucederá porque también nos compramos el libro de que el amor es una epifanía y no un proceso que involucra trabajo. Vamos juntando días y pensamos que nuestro tiempo es lineal, entonces qué más da vivir como sea si al final llegaremos. Un desperdicio.

Vivir parece ser una obviedad y vivir hasta la muerte una consecuencia inevitable. Empeñarse a vivir intensamente con la necesidad de reflexionar en el presente y tener conciencia de cada paso hilvanando palabras, es mi urgencia.

Gracias Jaime, tu tozudez me llena de palabras y me regala libertad. 

Jaime Mustafá