Pasaba las últimas horas de la tarde sentada mirando la luz
naranja que cambiaba el color de los árboles, del piso verde y de su propia
sombra. Había mucho silencio que podía confundirse con soledad. De rato en rato
ladraba el perro del vecino y a veces se escuchaban las bocinas de los autos
que pasaban por la avenida que estaba a pocas cuadras. Justo antes de que sea
hora de cenar, llegaba Alberto del trabajo, un poco desgarbado y con pasos
largos, se acercaba a darle un abrazo y le quitaba los platos de las manos.
Ella ya estaba poniendo la mesa. En esa casa de ventanas grandes vivían pocas
personas, en realidad vivían ellos dos la mayor parte del año y en vacaciones de
verano llegaban sus hijos y con ellos muchos amigos y mucha bulla. Hoy es un
día de agosto, la mesa está puesta solamente con dos lugares y dos copas para
vino. La luz de la lámpara sobre la mesa alumbra la conversación, sincronizan
muy bien los tiempos, ella le cuenta de su avance en la novela que está
escribiendo y él de la reunión que tuvo ese día, una muy importante al parecer
porque no dejaba de mover las manos mientras le contaba sin pausa.
Andrea era
escritora a tiempo completo, había ganado dos premios desde que publicó su
primer libro y la invitaban de vez en cuando a dar charlas en algunas
universidades, a ella le gustaban esas invitaciones porque disfrutaba tomar
café ralo, de esos típicos de cafetería universitaria donde el café tiene que
ser barato y dulce, la hacía sonreír y acordarse de esas épocas cuando no era
importante ni el tostado del grano ni la temperatura del agua para destilarlo.
Alberto, que justo conoció en ese tiempo pero recién se pusieron de novios
muchos años después, tenía dos pasiones (Andrea y su jardín), viajar y
restaurar motos antiguas. Era un hombre honesto y comprometido, de palabras
sencillas, prefería un paseo en carretera que un viaje en crucero. También le
gustaba el café, sin mucho ritual y con nada de azúcar. Ambos disfrutaban esas
historias, las que se contaban cada día aunque no estén en la misma ciudad. Aunque
hubiesen pasado el día juntos.
(…)
foto de @burst
Lindo relato!
ResponderEliminargracias!
EliminarLa manera como inicias la descripción de tus pensamientos es muy poderosa .... muy interesante .... te atrapa inmediatamente. Las palabras que eliges para el desarrollo son elegantes y a la vez tienen ese toque familiar que hace que la historia tenga un sentido personal, familiar, invita al recuerdo, a soñar despierto, a vivir el momento en la imaginación y todo eso hace que los que no te conocemos veamos la transparencia de tus sentimientos ...
ResponderEliminargracias :) recién te leo. va un abrazo.
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