Llegué a Paris el miércoles a medio día y desde que el taxi me traía a este barrio magnífico la alegría era tan evidente que no podía dejar de sonreír y suspirar. Tienen que oír mi francés mal hablado, porque en realidad ni siquiera sé, pero mi tozudez por hacerlo supera cualquier novela de ficción.
Caminé esa primera tarde muchas cuadras, unas más lindas que otras y algunas como salidas de un cuento ilustrado del siglo XIIX. Con eso yo ya tenía la sonrisa dibujada hasta el día de mi muerte, pensaba. Cada paso es un descubrimiento, una apertura sin bordes. Dibujé en una banca de un parque, después de visitar la casa de Victor Hugo y entrar al Archivo Nacional, seguí caminando hasta que se hizo de noche y fui con Fernando Bayro, quien me recibió en esta capital, a cenar el salmón más delicioso que probé. Luego me estampé contra la imponente fachada de Notre Dame, ver con detenimiento las gárgolas fue un lujo, sombras y luces, mucha furia. Voy a volver mañana para apreciar la luz a través de los vitrales y a caminar una vez más por el Sena.
Ayer fui al Centre Pompidou y concluí que los parisinos son muy buenas personas, con esto confirmé que los estereotipos y las etiquetas no sirven, ellos son buenos. Como yo tengo vértigo y la arquitectura del Centro es monumental en el uso de vidrio y metales, mi situación espacial estaba en riesgo, una vergüenza pensé. Y como no podía dejar de encontrarme con Matisse, Rothko, Duchamp y tanto otros...me atreví a pedirles a los del Centro que alguien me acompañe. Y así fue, Cristoph (un guardia de seguridad que solo habla en francés) me acompañó por un elevador solo para uso interno, hasta el piso 6 donde había una exposición de Walker Evans. Luego volvió a recogerme para llevarme al piso 4 donde vi un poquito como llegaban las obras en grandes cajas de madera y el movimiento de un Museo de ese tamaño (el piso estaba cerrado), así que fuimos al piso 5 donde pasé casi tres horas absorta. Cristoph subió a buscarme y me acompañó por el elevador de vidrio, le pedí que quería hacerlo aunque muera de susto. ça va bien?, me preguntaba a cada rato. Y si, lo logré. Recorrí todo lo que se podía del Pompidou a pesar de mi miedo a las alturas.
Después fui caminando un par de cuadras como sin alma, creo que algo se quedó por esas salas, después volvió con fuerza y llegué de nuevo al Siena, hasta la Bastilla. Los Parisinos reciben el final del día en cafés o sobre el pasto de sus parques. Me gusta.
Hoy me toca poner el check mark a varios puntos de mi lista, pero sinceramente les digo que me estoy dejando llevar por la corriente. Seguro que los impresionistas me recibirán con un abrazo en el Musée d'Orsay dentro de un rato y el plan es terminar en la noche en el café donde Picasso pasaba todos los días. Ya les contaré.
Y como siempre, acompañándome desde Santa Cruz, un par de revoltosos que adoro con el alma. Un amor que crece sin presiones y todo un equipo de apoyo que más parece una barra brava. Merci.
Anoche escuché a Macron, me gustó su respuesta a Trump, cuánta soberbia del segundo.
Ahora sí, hasta pronto.
En París
En Barcelona, tomando desayuno con mi hermana
El desayuno
Otro lugar para desayunar
Mercado en Barcelona
Pes cado
Barrio Gótico
Eso mismo
En París, encontré esta palabra en muchos lugares
El Parque frente a la Casa de Victor Hugo
Otra vez
Esta era la antigua muralla que limitaba París
De nuevo
Todo habla
Sena de noche
Notre Dame
Este era el piso de Jim Morrison, a una cuadra de mi estancia
Sonreí
En París, ella
Tome a su Duchamp
Sena de día
Feliz
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