Me pregunto, ¿cómo estoy creando mi definición de vida? ¿a qué dedico mis pensamientos?, ¿a qué le pongo palabras cada día?, ¿con quién comparto carcajadas y cuánta importancia le doy a lo que yo tengo como verdad? y sigo preguntándome mientras garabateo mi libreta, mientras abrazo a mis hijos y los beso como si fueran de algodón dulce. Sigo insistente en las preguntas, algunas con respuestas fáciles, otras con obviedades que las paso de largo, entonces vuelvo y me obligo a vivirlas con empeño y conciencia, a remarcarlas y dibujarlas.
Me empeño en defender esto que entiendo como importante, todo lo que siento como real y auténtico. No me importa nada más, me interesa seguir y encontrar, encontrarte, encontrarnos...para que cuando alguien tenga que escribir sobre mi vida, porque la muerte se fue a tomar café conmigo, pueda contagiarse de esta energía que ahora mismo me recorre las venas y hace que mi cuerpo vibre. El cuerpo al que estamos acostumbrados y que seguro algún momento dejaremos. En ese momento no será importante ni la cantidad de pares de zapatos en mi ropero, ni la marca de la cartera que tenía puesta, ni el club donde nunca me senté a hablar mal de la gente. Tampoco importará seguramente la cantidad de libretas que llené con dibujos, ni las tantas otras en las que escribí y gasté la tinta de mi Lamy, o las obras vendidas al rededor del mundo. No importará nada de eso. Pero si, seguro, lo que dejo cada día en este espacio íntimo que comparto con los que amo.
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