Amaneció muy frío, la temperatura marcaba en negativo. Las
montañas de alrededor estaban blancas por la nieve que hace dos días caía y los
pinos cercanos estaban inmóviles porque el viento había cesado. Esa misma
mañana, un par de horas después, estaba este señor de pantalón oscuro, boina
que hacía juego y chaleco marrón claro caminando sobre el campo de golf.
Cargaba un palo, su carrito lo esperaba a unos metros, se puso frente a la bola
y comenzó a hacer algunos movimientos seguramente para calentar y para medir la
distancia o la fuerza que necesitaba (no se mucho de golf). Luego, después de
una imperceptible pausa, disparó la bola y su cuerpo giró con un ‘swing’
perfecto dibujando con su presencia una línea armónica y al mismo tiempo
rebelde. Siguió caminando hasta el
siguiente hoyo con la serenidad que sólo un señor de noventa y seis años y
mucho juego posee.
Lo conocí hace poco y desde el primer día siento un apego
inexplicable. Cuando lo veo caminar, en mi mente suena Fina Estampa de Caetano Veloso, me hace sonreír mirarlo y
escucharlo hablar sobre cualquier tema con tanta elocuencia que me provoca a no
dejar de conversar. Él sabe escuchar y no tiene prisa por terminar los temas.
¿Serán los años recorridos los que le dan esta combinación de alegría y
serenidad? Yo creo que es la relación de su ser con el entorno, con lo que
ahora le toca vivir, con esa sabiduría de tomarse cada día como viene y en vez
de quejarse, simplemente vivir de la mejor manera, sin tanta teoría. Por lo que
me contaron, es una persona muy activa, llena de oficios y con un romance
interminable con el deporte que es el que le genera el equilibrio de hacer y
ser libre como el aire que le rodea cada vez que pisa firme el campo de golf
que tanto ama. Creo que tengo curiosidad por descubrir la maestría de su
caminar ligero.
No hay una fórmula para vivir bien, ni un pronóstico de tiempo
infalible, vamos avanzando cada día construyendo nuestra realidad motivados por
la razón o por el azar muchas veces. Nos
rodeamos de personas y coleccionamos momentos, pero no siempre estamos
conformes con los instantes, debe ser porque no decidimos pensando
auténticamente en nosotros mismos, en nuestra vida. Estamos en medio de un presente lleno de
propuestas que prometen alimentar nuestro espíritu, que nos dicen cuál es la
mejor ruta para llegar a la felicidad, nos dicen tantas cosas que vamos
consumiendo individualidad en un mundo de individuos. Al final, o mientras
tanto, no nos damos cuenta que sumamos títulos de libros para ser diferentes
pero no le damos atención al ser que nos habita. Dejamos de lado el amor, le
restamos importancia, lo encasillamos en el amor de pareja y pensamos que la
magia no sucederá porque también nos compramos el libro de que el amor es una epifanía
y no un proceso que involucra trabajo. Vamos juntando días y pensamos que
nuestro tiempo es lineal, entonces qué más da vivir como sea si al final
llegaremos. Un desperdicio.
Vivir parece ser una obviedad y vivir hasta la muerte una
consecuencia inevitable. Empeñarse a vivir intensamente con la necesidad de reflexionar
en el presente y tener conciencia de cada paso hilvanando palabras, es mi urgencia.
Gracias Jaime, tu tozudez me llena de palabras y me regala
libertad.
Jaime Mustafá